Cuando me decidí a montar El secreto de Susana para completar un programa doble con mi primer montaje –La voz humana– solo una cosa tenía clara, y era que el personaje de Santé tenía que ser interpretado por Héctor. La principal razón era que quería mantener los mismos elementos escenográficos con que ya contaba, de modo que el sofá y el piano debían permanecer en escena. Pero en esta ocasión no quería que el pianista fuera un elemento de extrañamiento como sucedía en La voz humana, ni tenía sentido romper el triángulo formado por los condes Gil y Susana y su criado mudo. La decisión estaba tomada: puesto que no podía prescindir del pianista ni del criado, ambos tendrían que ser interpretados por la misma persona.
Recuerdo el horror de María Ruiz –mi querida y admirada profesora de dirección– cuando le conté mi idea, que le pareció imposible de realizar. Yo estaba muy tranquilo: «María, si me he decidido a hacer esto es porque sé con qué pianista cuento». Y efectivamente, tal y como yo esperaba, la idea no solo no me causó problemas en el montaje, sino que se convirtió en el eje principal de nuestra versión de esta obra.
Con su inagotable entusiasmo, y una capacidad técnica fuera de lo común que alcanza su máxima expresión en el más difícil todavía, Héctor me ha ayudado a exprimir al máximo las posibilidades humorísticas de esta doble responsabilidad en un ejercicio de perfecta sincronía con los cantantes Elena Simionov (soprano) y Víctor Cruz (barítono), quienes pronto se mostraron ilusionados con tan descabellada idea y, al igual que Héctor, han aportado soluciones, talento… y ganas de pasarlo bien en el escenario.